Rebecca Clarke
Comenzamos esta nueva sección que versará sobre esas “otras cosas” que no encontramos en su momento en los libros de texto. Posiblemente puedan ser encontradas en los libros de texto del futuro mas no estuvieron en los del pasado y tampoco se les ve muchas ganas de aparecer en los del presente. Y qué mejor que comenzar con alguien que ha estado ocupando nuestras audiciones últimamente.
Rebecca Clarke, nace en Inglaterra en 1886 y muere en New York en 1979. Se especializa instrumentalmente sobre todo en viola si bien por supuesto domina piano y violín también. Fue una de las primeras intérpretes orquestales profesionales (estudió en la Royal Academy of Music y en el Royal College of Music) en un mundo en que prácticamente sólo había hombres por aquella época. Se dedicó también a la promoción de grupos musicales y cuartetos de cámara ayudando a la promoción profesional en el mundo de la música de muchas mujeres, a la docencia… Sin embargo no son su faceta de virtuosa de la viola, relegada a un segundo plano en favor de otros instrumentos de su misma familia, ni su labor de docencia, ni siquiera su lucha por la incorporación de la mujer al mundo profesional, las razones principales por las que aquí le dedicamos unas pocas palabras en este pequeño artículo aunque ya esos meros hechos por separado serían dignos de un artículo mucho mayor.
Rebecca Clarke, por la calidad de sus obras fue, es, compositora de referencia en su generación con unos comienzos especialmente difíciles debido a limitaciones propias de la sociedad de la época llegando en 1918 a participar en un recital en New York bajo su nombre real y también a la vez bajo su seudónimo (Anthony Trent) y fue bajo este seudónimo que presentó una pieza, Morpheus, la cual elogiaron los periodistas presentes y que ha llegado hasta nuestros días; sin embargo, las otras piezas también presentadas ese día y firmadas con su nombre real se han perdido o están olvidadas simplemente porque… no se escribió sobre ellas. De hecho Clarke en sus diarios recoge que por aquellos años se valoraban más las piezas firmadas con su seudónimo masculino que las firmadas con su nombre real si bien ella firmaba con su nombre real aquellas que consideraba mejores.
Es mucha su obra no publicada y no interpretada y sin embargo, como veremos más adelante, aquellas creaciones que podemos disfrutar hoy son de una gran calidad así que sí; hablaremos de esta persona que no gustaba de ser considerada “mujer compositora” sino “compositora” a secas pues se negaba a la concepción de un arte para hombres y otro para mujeres, por el conjunto de su práctica social y especialmente por sus creaciones musicales, las conocidas y aquellas que están aún aparcadas sin interpretarse; hablaremos de ella por haberse atrevido a desafiar a la corte celestial y conquistar el cielo con su práctica social desde su labor de virtuosa instrumentista, hasta la promoción de grupos musicales, cuartetos de cámara… su labor como docente musical y su labor creadora. Y está aquí, y está sin seudónimo; no lo necesita.
Su música rebosa expresividad a la vez que refinadas formas y en ningún momento llega a cansar con los recursos melódicos; antes, al contrario, nos deja con ganas de más, de volver a apreciar esas piezas para descubrir nuevos detalles. Desde luego en ella podemos encontrar influencias tanto de Claude Debussy o Maurice Ravel (impresionismo que muy a pesar de las quejas del pobre Claude simplifico aquí) como de Johannes Brahms o Gustav Holst (post-romanticismo con influencias modernistas también el segundo) si bien, a mi entender, resaltaría que Rebecca Clarke combina la riqueza musical de Debussy con la maravillosa instrumentación de Ravel a la vez que, cuando podía permitírselo, nos embarga con la intensa emoción post-romántica.
Quiero comenzar con una de sus obras más ambiciosas, la Rapsodia para violoncelo y piano (Rhapsody for Cello & Piano), la cual se nos presenta en los albores de su primer movimiento (Molto lento - Allegro), y ya desde sus primeros compases, como tímidamente oscura para, progresivamente, al son del rítmico piano y un inquietante y por momentos tortuoso violoncelo ir oscureciéndose. Diálogo chelo - piano que irá escalando hasta explotar en un desgarrador y desesperado lamento. Recomiendo la audición de la grabación Rebecca Clarke. Music for Cello & Piano del sello Lyrita con Raphael Wallfish al cello y John York al piano. En su segundo movimiento (Adagio e molto calmato) si bien, no han desaparecido del todo los tonos oscuros al principio, podemos disfrutar de la riqueza musical de esta autora con una música que nos rodea de calidez y reflexión introspectiva, que refleja la asunción de su propia lucha interna a la vez que justo desde ese punto de comprensión e iluminación nos abraza y emociona. Para llorar de hermoso. A su vez, este segundo movimiento se conforma como el perfecto puente hacia el tercero, un Allegro rítmico donde un alado piano en perfecta comunión dialéctica con el chelo nos dejan un final combativo, potente y optimista y así, y sin interrupción, entramos en el cuarto, un Lento donde alcanzamos un estado de calma y serenidad.
Continuamos nuestra aventura musical por la obra de Rebecca Clarke con la Sonata para Viola (Viola Sonata) y para su audición, personalmente recomiendo el disco Rebecca Clarke, Works for Viola, con Vinciane Béranger a la viola y Dana Ciocarlie al piano, grabación que podemos encontrar bajo el sello Aparté. Hermosísima composicion que cuenta con um potente primer movimiento Impetuoso el cual nos deja un gran sabor de boca ya desde sus primeros compases para pasar a un decidido y rítmico segundo movimiento Vivace donde la viola danza alada al son del rítmico piano para en su tercer movimiento Adagio deleitarnos con una hermosa pieza no exenta de tensión y potencia.
Entre sus obras hoy quisiera recomendar la audición de sus canciones, para ello sugiero la audición del disco Rebecca Clarke, songs for voice and piano, voice and violin with works for violin and piano el cual cuenta con Patricia Wright (soprano), Jonathan Rees (violín) y Kathron Sturrock (piano). 28 preciosos temas empaquetados en un disco magistralmente grabado bajo el sello Treasure Island Music.
También bajo el disco ya citado de Aparté, podremos encontrar la exquisita y románticamente épica Morpheus, el Passacaglia (On an Old English Tune) tan impregnado de flema y pompa. La Irish Melody (Emer’s Farewell to Cucullain “Londonderry Air”) con la cual nos parece transportarnos a los verdes e increibles prados irlandeses… no es de extrañar que tanta música de películas del oeste norteamericano esté influenciada por piezas como esta, con sus tintes de nostalgia y morriña por la tierra dejada atrás. Sí, he dicho bien, morriña irlandesa en una de sus más bellas expresiones. La apasionada Dumka o la corta y exótica Chinese Puzzle. Otras piezas que no me resisto a dejar pasar son I’ll Bid My Heart Be Still la cual podremos encontrar en el disco de Lyrita arriba mencionado o, por qué no, dejarnos llevar y perdernos a placer en un disco dedicado expresamente a algunas de sus obras de cámara como es Rebecca Clarke: Chamber Music, del sello Epoch. Una gozada.
En cualquier caso, ya sea que elija escuchar alguno de los temas aislados que hemos citado o que, tras ello, termine sucumbiendo y enganchándose a las grabaciones arriba recomendadas o, incluso, ir más allá, estoy seguro que el lector disfrutará enormemente descubriendo a alguien como la persona que nos ha ocupado y que, desde luego, no estaba en nuestros libros de texto.
Jesús Pérez.
Publicado previamente en el número 2 de la revista Nossomos.
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